Contaminación Espacial: Basura
Espacial
¿Que es?
Se le llama basura espacial o chatarra espacial a cualquier
objeto artificial sin utilidad que orbita la Tierra. Se compone de cosas tan
variadas como grandes restos de cohetes y satélites viejos, restos de
explosiones, o restos de componentes de cohetes como polvo y pequeñas
partículas de pintura.
La basura espacial se ha convertido en una preocupación cada vez mayor en estos últimos años, puesto que las colisiones a velocidades orbitales pueden ser altamente perjudiciales para el funcionamiento de los satélites y pueden también producir aún más basura espacial en un proceso llamado Síndrome de Kessler. La Estación Espacial Internacional está blindada para atenuar los daños debido a este peligro
La basura espacial se ha convertido en una preocupación cada vez mayor en estos últimos años, puesto que las colisiones a velocidades orbitales pueden ser altamente perjudiciales para el funcionamiento de los satélites y pueden también producir aún más basura espacial en un proceso llamado Síndrome de Kessler. La Estación Espacial Internacional está blindada para atenuar los daños debido a este peligro
Causas de la basura
espacial
Los satélites inservibles, las etapas y equipos astronáuticos,
o las plataformas de investigación, se pasean por nuestra órbita planetaria de
forma arbitraria y sin ningún tipo de control. Cuando entran por azar, o debido
al desgaste y corrosión, en el ámbito terrestre, efectúan su aparición
cumpliendo con las normas físicas del rozamiento espacial. Al igual que los
meteoros o rocas expulsadas al espacio, cuando se encuentran en la
estratosfera, se deshacen, (siempre dependiendo del material claro,por ejemplo,
la estación espacial rusa MIR cayó casi al completo, sobre el océano
afortunadamente) y debido al rozamiento se descomponen, evitando así los males
que podrían causar al caer sobre una ciudad, pero desprendiendo de esta manera
ciertos elementos tóxicos perjudiciales para la vida.
Los residuos espaciales, al no haber sido planteados como un problema, no toman una órbita definida una vez que han dejado de ser útiles para el trabajo. Muchos de ellos se encuentran en cotas de altitud espacial relativamente bajas (unos 1500 Km aproximadamente) y es ahí donde los peligros acechan de forma más directa. Aunque algunos ingenios constan de ajustadores orbitales que seguirán funcionado mucho tiempo después de su desmantelamiento o degradación, llegará un momento en que estos impulsores o ajustadores orbitales cedan; entonces llegará el momento decisivo, si éstos se mantienen en una órbita superior a la atracción terrestre, podrán permanecer flotando en el espacio hasta tiempo indefinido, si por el contrario bajan hasta donde la atracción orbital sea más poderosa, será cuestión de poco tiempo que entren en la atmósfera y comiencen con el proceso de rozamiento y desintegración. Malo lo uno y malo lo otro. Malo el hecho de quedarse flotando en el espacio dado que el peligro de choque con meteoritos, estaciones espaciales activas o naves tripuladas es tangente, malo entrar en la atmósfera porque, al deshacerse, los elementos tóxicos se expanden por encima de la vida y los que no se deshacen por completo pueden causar pequeños trastornos físicos en determinados lugares
Los residuos espaciales, al no haber sido planteados como un problema, no toman una órbita definida una vez que han dejado de ser útiles para el trabajo. Muchos de ellos se encuentran en cotas de altitud espacial relativamente bajas (unos 1500 Km aproximadamente) y es ahí donde los peligros acechan de forma más directa. Aunque algunos ingenios constan de ajustadores orbitales que seguirán funcionado mucho tiempo después de su desmantelamiento o degradación, llegará un momento en que estos impulsores o ajustadores orbitales cedan; entonces llegará el momento decisivo, si éstos se mantienen en una órbita superior a la atracción terrestre, podrán permanecer flotando en el espacio hasta tiempo indefinido, si por el contrario bajan hasta donde la atracción orbital sea más poderosa, será cuestión de poco tiempo que entren en la atmósfera y comiencen con el proceso de rozamiento y desintegración. Malo lo uno y malo lo otro. Malo el hecho de quedarse flotando en el espacio dado que el peligro de choque con meteoritos, estaciones espaciales activas o naves tripuladas es tangente, malo entrar en la atmósfera porque, al deshacerse, los elementos tóxicos se expanden por encima de la vida y los que no se deshacen por completo pueden causar pequeños trastornos físicos en determinados lugares
Posibles Soluciones
Entre las medidas que se están comenzando a tomar para evitar
riesgos se encuentran:
+Estudio y medida de objetos mediante radar, así como mediante telescopios ópticos.
+Estudio y medida de objetos mediante radar, así como mediante telescopios ópticos.
+Intento de reducir el número de objetos que puedan convertirse en basura espacial.
+Establecimiento de acuerdos internacionales
¿Por qué es tan grave?
Porque pueden causar problemas graves. Incluso las pequeñas
partículas pueden tener, debido a la velocidad que circulan, un efecto negativo
y ser peligrosas para satélites, estaciones espaciales y cohetes. Si tienen con
frecuencia lugar accidentes, como en 2009, puede resultar, además, muy caro.
Entonces, chocaron dos grandes satélites, el estadounidense Iridium 33 contra
el ruso Kosmos 2251, ya inactivo.
De la explosión se originan grandes escombros que chocan una y otra vez, vuelven a ser lanzados al espacio y colisionan con otros restos. Y así sucesivamente hasta que reducen su tamaño. Los expertos en basura espacial tienen precisamente miedo de esta reacción en cadena. La llaman el síndrome de Kettler, es decir, por las colisiones se originan tantas partículas diminutas que, en algún momento, será imposible enviar más satélites al espacio e incluso los vuelos espaciales serán inviables.
De la explosión se originan grandes escombros que chocan una y otra vez, vuelven a ser lanzados al espacio y colisionan con otros restos. Y así sucesivamente hasta que reducen su tamaño. Los expertos en basura espacial tienen precisamente miedo de esta reacción en cadena. La llaman el síndrome de Kettler, es decir, por las colisiones se originan tantas partículas diminutas que, en algún momento, será imposible enviar más satélites al espacio e incluso los vuelos espaciales serán inviables.
Basura histórica
La historia de la basura espacial se remonta a 1958, fecha en la que se dejó en el espacio un satélite norteamericano: el primer Vanguard. Se trata de una bola metálica del tamaño de una toronja, que pesa un kilo y medio. Está dando vueltas a unos 650 kilómetros de altura y nada altera su curso. Puede continuar así indefinidamente.
Tres años después, en 1961, el ejército estadounidense impulsó un experimento de comunicaciones, que incluía la puesta en órbita de millones de agujas de cobre. Cambió el milenio y las agujas siguen flotando.
Los rusos también han hecho su aporte al basurero cósmico. Varios reactores nucleares, expulsados por satélites espías, están suspendidos en el cosmos.
Aparte de satélites y demás aparatosos residuos, hay otros tantos que nos acompañan desde el espacio sideral. Desde la década de los sesenta, por ejemplo, un guante que se le escapó a un astronauta está buscando por el universo a su mano correspondiente. También flota un cepillo de dientes que se le perdió a otro que andaba en la luna, o por lo menos en sus alrededores cumpliendo una misión específica. Hace poco un destornillador se le zafó a otro que estaba arreglando un satélite y salió volando. Si eso ocurre en la Tierra, basta con agacharse a recogerlo, pero en el espacio la cuestión toma otras dimensiones.
Las reparaciones han generado más desperdicios. En 1993, por ejemplo, se le cambiaron los paneles solares al telescopio espacial Hubble. Las láminas viejas, que miden cerca de ocho metros de largo, fueron abandonadas.
Los desechos líquidos y la orina también eran suspendidos en el espacio hasta hace poco. Ahora no se hace porque la nube de vapor que se genera puede interferir con ciertas observaciones. Y, aunque la idea era que los restos sólidos no terminaran vagando por el cosmos sino que ardiesen en la atmósfera, muchos de ellos flotan sin control.
Los primeros diez años de la estación Mir, por ejemplo, generaron más de cien bolsas de basura que fueron puestas, poco a poco, en órbita.
La Mir merece algunas consideraciones aparte. Se sabe que ha sufrido varios choques generados por los residuos que flotan en el espacio y que le han causado algunas abolladuras. Sin embargo el único estrellón que revistió peligro fue contra una nave de carga. Cuando la estación estaba a punto de convertirse en una de las mayores basuras del espacio ya está vieja y corroída , el gobierno ruso decidió terminar con el experimento que comenzó en febrero de 1986. El 24 de enero pasado fue lanzada al espacio una nave para guiar su descenso, que terminará en el Océano Pacífico.
Es que también existe la basura espacial que acaba en la Tierra. Siempre se intenta provocar la caída de los grandes satélites, para controlar el lugar de impacto. A veces es imposible determinar con exactitud dónde caerá. Se espera, por ejemplo, que la Mir termine en el océano a unos dos mil kilómetros de Australia.
Este país, precisamente, ha tenido mucho que ver con los entierros de naves. En 1979 cayó el Skylab cerca del pueblo Esperance, el cual adelantó los trámites correspondientes para recibir 400 mil dólares del Departamento de Estado norteamericano por tirar basura en sus predios. También han caído trozos de naves espaciales en Argentina, Canadá y Africa. Las olas llevaron a la costa mexicana, hace poco, parte de la proa de un cohete Ariane.
La amenaza de la basura sideral no es, pues, una cuestión únicamente espacial. Tanto en las órbitas terrestres como en el planeta mismo puede causar graves accidentes. Por ello la tarea del computador que la controlará toma dimensiones importantes. La clave está en que es uno de los pocos aparatos que no sólo servirá para navegar sino también para volar.
La historia de la basura espacial se remonta a 1958, fecha en la que se dejó en el espacio un satélite norteamericano: el primer Vanguard. Se trata de una bola metálica del tamaño de una toronja, que pesa un kilo y medio. Está dando vueltas a unos 650 kilómetros de altura y nada altera su curso. Puede continuar así indefinidamente.
Tres años después, en 1961, el ejército estadounidense impulsó un experimento de comunicaciones, que incluía la puesta en órbita de millones de agujas de cobre. Cambió el milenio y las agujas siguen flotando.
Los rusos también han hecho su aporte al basurero cósmico. Varios reactores nucleares, expulsados por satélites espías, están suspendidos en el cosmos.
Aparte de satélites y demás aparatosos residuos, hay otros tantos que nos acompañan desde el espacio sideral. Desde la década de los sesenta, por ejemplo, un guante que se le escapó a un astronauta está buscando por el universo a su mano correspondiente. También flota un cepillo de dientes que se le perdió a otro que andaba en la luna, o por lo menos en sus alrededores cumpliendo una misión específica. Hace poco un destornillador se le zafó a otro que estaba arreglando un satélite y salió volando. Si eso ocurre en la Tierra, basta con agacharse a recogerlo, pero en el espacio la cuestión toma otras dimensiones.
Las reparaciones han generado más desperdicios. En 1993, por ejemplo, se le cambiaron los paneles solares al telescopio espacial Hubble. Las láminas viejas, que miden cerca de ocho metros de largo, fueron abandonadas.
Los desechos líquidos y la orina también eran suspendidos en el espacio hasta hace poco. Ahora no se hace porque la nube de vapor que se genera puede interferir con ciertas observaciones. Y, aunque la idea era que los restos sólidos no terminaran vagando por el cosmos sino que ardiesen en la atmósfera, muchos de ellos flotan sin control.
Los primeros diez años de la estación Mir, por ejemplo, generaron más de cien bolsas de basura que fueron puestas, poco a poco, en órbita.
La Mir merece algunas consideraciones aparte. Se sabe que ha sufrido varios choques generados por los residuos que flotan en el espacio y que le han causado algunas abolladuras. Sin embargo el único estrellón que revistió peligro fue contra una nave de carga. Cuando la estación estaba a punto de convertirse en una de las mayores basuras del espacio ya está vieja y corroída , el gobierno ruso decidió terminar con el experimento que comenzó en febrero de 1986. El 24 de enero pasado fue lanzada al espacio una nave para guiar su descenso, que terminará en el Océano Pacífico.
Es que también existe la basura espacial que acaba en la Tierra. Siempre se intenta provocar la caída de los grandes satélites, para controlar el lugar de impacto. A veces es imposible determinar con exactitud dónde caerá. Se espera, por ejemplo, que la Mir termine en el océano a unos dos mil kilómetros de Australia.
Este país, precisamente, ha tenido mucho que ver con los entierros de naves. En 1979 cayó el Skylab cerca del pueblo Esperance, el cual adelantó los trámites correspondientes para recibir 400 mil dólares del Departamento de Estado norteamericano por tirar basura en sus predios. También han caído trozos de naves espaciales en Argentina, Canadá y Africa. Las olas llevaron a la costa mexicana, hace poco, parte de la proa de un cohete Ariane.
La amenaza de la basura sideral no es, pues, una cuestión únicamente espacial. Tanto en las órbitas terrestres como en el planeta mismo puede causar graves accidentes. Por ello la tarea del computador que la controlará toma dimensiones importantes. La clave está en que es uno de los pocos aparatos que no sólo servirá para navegar sino también para volar.
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